Resguardo El Itilla

El resguardo El Itilla conserva uno de los territorios más biodiversos del planeta. ©CEMI | Fotografía por Samuel Monsalve.

A comienzos del siglo XXI, varias familias originarias del Vaupés migraron en busca de alimento, agua limpia y nuevos territorios. Fue así como llegaron a las puertas del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, en jurisdicción del municipio de Calamar en Guaviare. En este territorio habitaban algunas familias indígenas y colonas, instaladas desde años atrás. El título colectivo como resguardo indígena fue reconocido por el Estado colombiano en diciembre de 2002, y actualmente habitan familias indígenas pertenecientes a las etnias barasano, carapana, cubeo, desano, piratapuyo, taiwano, tatuyo, tuyuca y yucuna.

Rodeado de grandes planicies, algunas con cicatrices visibles causadas por décadas de deforestación, un grupo de casas coloridas se erige a pocos pasos del río. Pese a la deforestación que resulta de la ganadería, los cultivos ilícitos, la colonización y el desarrollo, el resguardo El Itilla conserva uno de los territorios más saludables y biodiversos del planeta.

La comunidad del Itilla nos enseña que el territorio está vivo no solo por la abundante presencia de recursos para el sustento, sino también por el estrecho vínculo que ha construido con la naturaleza. Más aún, es el sabedor quien desde la maloca y gracias a su conocimiento da vida al territorio, lo organiza, se relaciona con el mundo espiritual y establece nuevos pactos para garantizar la salud de la naturaleza

El sabedor Domingo García durante la preparación para el Dabucurí de pescado. ©CEMI | Fotografía por Ana María Zuluaga

Para los habitantes del resguardo, uno de los mayores retos es la preservación de la identidad cultural en un territorio que les es nuevo y que, además, está sitiado por la colonización. Y si bien la diversidad de plantas y especies animales puede ser equivalente a la de su lugar de origen en el Vaupés, actualmente carecen de algunas de las semillas y elementos culturales necesarios para realizar todas las ceremonias del calendario tradicional.

Hermes Jhony Londoño, aprendiz de sabedor durante la danza del Dabucurí de pescado. ©CEMI | Fotografía por Ana María Zuluaga

El Dabucurí

El Yuruparí, el Dabucurí y la pintura con carayurú son algunas de las ceremonias y rituales más importantes para las comunidades tukano oriental en la Amazonía colombiana. Durante estas ceremonias, la comunidad se reúne para danzar al ritmo de la música y los cantos, acompañada de plantas especiales, alimentos y bebidas tradicionales. A través de estas celebraciones las comunidades mantienen viva su cultura y por eso participan todos: hombres, mujeres y niños. Los sabedores y aprendices manejan el mundo físico y espiritual, renuevan la vida y transmiten el conocimiento a las nuevas generaciones. La maloca, entonces, es el sitio en el que transcurre la ceremonia, donde se vive la cultura y se garantiza su transmisión.


El Dabucurí es de particular importancia para las comunidades procedentes del Vaupés y asentadas en Guaviare. Se trata de una ofrenda de gratitud por los alimentos que brinda el territorio a las personas que lo habitan. En la víspera de la ceremonia, la comunidad trabaja diligente en los preparativos. Las mujeres y niños participan en la elaboración de alimentos y bebidas como el casabe y la chicha. Los sabedores y sus aprendices tuestan las hojas de coca y tabaco para preparar el mambe y el yopo, que son consumidos durante las ceremonias para quitar el sueño y el cansancio, facilitar la concentración y favorecer la comunicación con el mundo espiritual. Los jóvenes, guiados por los mayores, preparan los bastones sagrados con los que acompañan las danzas.

Bastones y cascabeles usados durante las danzas del Dabucurí de pescado. ©CEMI | Fotografía por Ana María Zuluaga

Los danzadores especializados utilizan atuendos tradicionales fabricados con elementos que se encuentran en el territorio: rodilleras tejidas con fibras naturales, coronas con plumas de aves y pelos de monos, delantales fabricados con fibras de corteza, collares y cinturones de semillas y colmillos.

Las ceremonias de estos pueblos amazónicos hacen parte de su cotidianidad. A pesar de ser cruciales para la permanencia de su cultura, la pérdida de los territorios y la colonización amenazan la supervivencia de conocimientos y prácticas tradicionales.

Sabedores y aprendices durante la ceremonia del Dabucurí. ©CEMI | Fotografía por Ana María Zuluaga

Intercambio biocultural

Desde el resguardo El Itilla se ha iniciado un proceso de intercambio con comunidades hermanas del Vaupés para obtener semillas y plantas de conocimiento que escasean en el Guaviare. Como parte del proyecto Territorios de vida, algunos delegados de la comunidad viajaron a Vaupés para conversar y negociar con otras comunidades el intercambio de elementos culturales como maracas, coronas, cola de garza, tejidos de pelo de mono y semillas de yagé, carayurú, coca tradicional, yoco, cuya y achiote.

Las contestadoras Hermelinda Hernández y Rosalbina García durante las danzas del Dabucurí. ©CEMI | Fotografía por Ana María Zuluaga

Con estos elementos culturales en el resguardo, los miembros de la comunidad están empeñados en recordar y adaptar prácticas rituales ancestrales. Jóvenes y hombres adultos están reaprendiendo la fabricación de tejidos y cestería necesarios para las labores de las mujeres en la chagra y la cocina, como cernidores, matafrío, colador, soplador y balay. Además de estos utensilios, los jóvenes también aprenden a fabricar bastones e instrumentos musicales y a tejer coronas. Las mujeres, por su parte, continúan la difícil tarea de transmitir el conocimiento a las niñas y jóvenes sobre el sistema agroalimentario que ha garantizado la base de la alimentación de estos pueblos y el manejo sostenible del bosque durante milenios.

Lorsi Londoño, aprendiz de contestadora durante los preparativos del Dabucurí de pescado. ©CEMI | Fotografía por Ana María Zuluaga

Esta iniciativa de intercambio entre comunidades distantes se constituye en una experiencia piloto y novedosa de conservación y recuperación biocultural en el paisaje amazónico. Durante los siguientes meses la comunidad continuará realizando ceremonias, reuniones y encuentros para reforzar sus conocimientos y el vínculo con su entorno. Además, se han propuesto expediciones en las profundidades de la selva para crear inventarios bioculturales que permitan identificar los recursos con los que cuentan. De esta forma fortalecen su territorio de vida.

Este proyecto es posible gracias al apoyo generoso del pueblo de Estados Unidos, a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). El contenido de este sitio es responsabilidad del Centro de Estudios Médicos Interculturales y no necesariamente refleja el punto de vista de USAID o del gobierno de Estados Unidos.


Anterior
Anterior

Miembro del Cemi obtiene el Doctorado en Medicinal Familiar

Siguiente
Siguiente

Renovamos nuestra membresía con Survival International